Ese macho que quiere llevar de apellidos esposo y marido, ese macho que quiere ser tu amigo, tu compañero, tu hermano. Ese que te da la mano e intenta vestirte de paz y gloria, ese que te halaga, que te hace bailar como reina, te vende y como princesa te trata. Ese, ese macho mentiroso, cobarde, sucio, que nunca llevará apellidos ni de marido, ni de padre. Ese macho, que es como una rata que se alimenta de la cloaca de su propia maldad y su propio genio lleno de poco misterio, de trucos, pero pocos tratos. Pocas palabras, poca hombría, poco macho, poco de nada.
Ese que vive en el conflicto asegurado, que le gusta el grito acelerado, que le gusta la pelea constante, que disfruta humillando y pisando a la gente. Ese que detesta que le quieran, no entiende que nos ama, no entiende ni el porqué vive. Si, ese macho, apunta en la calle y susurra cuando camina sin dignidad porque nadie lo alaba, porque nadie lo valora y por ende, esa rabia hacia esa mujer que él dice tanto amar, pero que ella tanto llora.
Ese que no puede ser esposo, que no puede ser amigo, ni tu hermano ni tu primo. Ese no puede ser tu compañero, solo escucha tu llanto y aléjate de él. Aléjate de ese grito, aléjate de esa maldad, aléjate de ese ser infernal y busca, niña, busca el amor que hay en ti. Acúnate en él y recuerda que la felicidad no es un capricho, no es de ricos ni de machos, ni de hembras.
Es un derecho que tú tienes y no permitas jamás, que nadie, que ningún ser te lo quite.
Por S.R.
“La felicidad no es un capricho, es un derecho que tú tienes”