Cuando escuchas el llanto de una mentira y alguien inocente se vuelve culpable, deja un doloroso y oscuro hueco. ¡Falsa! Cuando por una embriaguez no recuerdas quién te ha mentido ni quién te ha salvado, estás ciego…
Solo puede saber herir aquel que se alimenta de su propia ira. Solo grita quien jamás ha sabido escuchar, quien jamás reconoce un error porque siempre ha sido culpado de sus delirios, de sus falacias, de su propia maldad. El que no sabe amar es porque ha sido más amado que odiado, si no valoras nada es porque todo se te ha dado regalado.
No hay duda alguna de que la peste apesta, que hay hogares rotos por ignorar la paz, por cambiar luchas por ¡guerras inútiles! ¡Inútil… todo aquel que sabe manipular para ganar una piedad injusta, por excusarse en comportamientos indignos sin antes tener la valentía de agradecer aquel que, aún con el corazón roto, te brindó su mitad!
Es, sí, una locura que una mentira te desahucie de tu zona y que sigas pisando la mano de la verdad. Es, sí, una realidad que uno se crea tan grande y comparta un corazón tan pequeño. El que no quiere ser, siempre será, un penoso ¡nada!
Por S.R.