Nos casamos algunos enamorados de ese ser entrañable lleno de ilusión, ternura y ¡cómo no! Con unas promesas implacables, hacemos de la pasión algo mágico y del complacer una sugerencia diaria, creemos que es para siempre y vamos comiendo una rutina que con el tiempo se ve algo aburrida, aún así la mente sigue pensando en esas promesas ya tan lejanas prometidas pero siempre con esa ilusión de que se realizarán.
El tiempo en años ya juega en contra cuando todo se vuelve nublado y poco ardiente, las dudas te atacan y empieza la guerra entre lo que dirán y lo que realmente sientes o quieres, te preguntas… ¿Dónde está ese hombre o esa mujer que ahora parece extraña a tu lado? ¿Por qué se cambia tanto con el matrimonio? Años de convivencia, de complicidad, algo dulce se vuelve amargo ¿culpables o víctimas?
Yo creo que perder la identidad, sufrir el silencio o escuchar callado, es como gritarse a uno mismo. Luego está ese sexo sucio por cumplir con algo que no es excitante ni seductor ¿Dónde se quedó ese ser lleno de sensualidad y de ternura? En un recuerdo tan profundo, a veces ya olvidado por no tener el valor de volver a enamorar o resucitar ese presente…
¿Es más fácil empezar algo nuevo? ¿Por qué no recuperar y renacer a ese ser que a un altar te ha llevado? ¿Promesas… o Matrimonio?
Por S.R.