Ya entramos en esa época donde el corazón padece más que la razón, recordando una infancia o un tiempo. Donde el mayor regalo era tener a tu familia alrededor de una gran mesa. Donde se vivía esa euforia de volver a ver a esos primos lejanos, los abuelos, los padres, los tíos y tías.
Hoy, para muchos, la mesa se hace pequeña y faltan platos llenos de amor, faltan esos regalos con lazos rojos enormes… El amor. Faltan esos olores, esa alegría nada comercial, falta la bondad y, seguramente… Un recuerdo de alguien que ya no vive, al igual que el sonido de esos villancicos cargados de risas y alegría.
Los hijos de hoy y algunos de ayer, recordarán regalos de plástico y mucha tecnología. Otros, ya empezando una nueva familia, se olvidan de sus orígenes y de aquellos que han hecho parte de su infancia… ¿Juntamos «amigos» y algunos conocidos para llenar ese hueco de mesa pasada? ¿Inventamos amor donde hay dolor, cinismo y mucha hipocresía? Recuerdos, sí… ¡Desde la rabia de un dolor que se esfuma con copas de alcohol mezcladas con un silencio de risas maquilladas!
Gente que no se conoce en años y se desean felicidad a cambio de un simple detalle, tapar la soledad escondida… ¿Navidades frías por recuerdos ardientes? Ser uno mismo todo el año y ser divino es tener realmente un Espíritu Navideño…
En estas Navidades, regala recuerdos, intenta ser tú, no dividas familias, no inventes escaparates. La Navidad no es un anuncio, solo es capacidad de cambios e intento de ser lo que en verdad no eres… Saca lo mejor que hay en ti.
Regala tus buenos recuerdos y vive solo verdades.
Por S.R.
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